domingo, 9 de diciembre de 2012

¡QUÉ BUENOS SOMOS, COÑO!


      Del Bosque es un buen ejemplo de cómo administrar el halago para obtener el mejor rendimiento


El Getafe, modesto equipo de fútbol de la primera división española, está haciendo una temporada bastante buena que merece los consiguientes elogios de los medios de comunicación. Antes del último partido, su entrenador, Luís García, manifestó que había transmitido a los jugadores su descontento por un mal entrenamiento, y añadió esta frase: “el halago debilita”.  Parece obvio que lo que pretendía el “míster” era evitar o contrarrestar el exceso de relajación que se puede producir cuando el éxito y el elogio ensombrecen el camino para lograrlos en favor de la autocontemplación: ¡Qué buenos somos, coño! Algo bastante frecuente, no sólo en el deporte sino en muchos otros ámbitos, cuando se alcanzan o acarician objetivos valorados y no existe más ambición, los elogios superan la tasa a la que se está acostumbrado y/o nos tomamos un respiro aprovechando que las cosas van bien. Evidentemente, no siempre es así. En muchos casos, el elogio fortalece; contribuyendo a potenciar el aprendizaje, la autoconfianza, el buen ambiente y el deseo de continuar avanzando. ¿Dónde está la clave?


La Psicología nos enseña que elogiar una determinada acción favorece que ésta se repita y contribuye a desarrollar un ambiente de trabajo favorable. Es lo que se llama reforzamiento (o refuerzo) positivo social, sin duda la estrategia psicológica más poderosa: una herramienta que los entrenadores, en general, deberían aplicar con asiduidad. Pero elogiar no implica necesariamente reforzar. Para que el elogio sea un refuerzo, es imprescindible que la persona o el grupo elogiado perciba que aquel se debe a algo concreto que se ha hecho, no a algo que se ha conseguido gracias a lo que se ha hecho. Una diferencia fundamental: una cosa es lo que uno hace, y otra lo que uno consigue gracias a lo que hace. Es decir, se refuerza una conducta, una acción concreta, y no el resultado de ésta. Y el que elogia (entrenador, directivo…) debe establecer con claridad la conexión entre el elogio y la acción o acciones que elogia. En general, el refuerzo es más potente cuanto más cerca de la acción se aplica. Si un jugador hace algo bien, y el entrenador, inmediatamente, le dice ¡muy bien!, el elogio tendrá más fuerza como refuerzo que si espera a decírselo dos horas después. Cuanta mayor sea la distancia entre la acción y el elogio, más se tendrá que esforzar quien elogie en establecer la conexión entre ambos, señalando claramente la acción concreta por la que elogia.

El entrenador y el directivo deben utilizar el elogio para reforzar las acciones que consideren fundamentales para rendir, sobre todo aquellas que otros no elogian o que por sí mismas no obtienen refuerzo. Es decir, las que apenas se notan, pasan desapercibidas o implican un trabajo “oscuro” que no se destaca. Por ejemplo, las acciones defensivas, las que requieren sobreesfuerzo físico y las que se refieren al juego sin balón; también las relacionadas con la cooperación, la comunicación eficaz, el apoyo a los compañeros y otros aspectos “invisibles” del trabajo en equipo. Elogiando por estas acciones, el entrenador/directivo dirige la atención de los elogiados hacia las mismas, favorece que éstas se repitan, valora al que así actúa y marca una línea de actuación que será imitada por los que lo observen y quieran obtener también dicho halago. Además, mediante el elogio, el entrenador/directivo establece y modula el nivel de exigencia que en cada caso considera más apropiado. Según exige, así elogia. Si la exigencia aumenta, ya no elogia lo que elogiaba antes, sino lo que exige ahora. Para que las personas no se acomoden, es importante exigirlas más de lo que ya hacen siempre que sea razonable, y el elogio puede y debe contribuir a eso.

El elogio es especialmente importante con deportistas jóvenes para que aprendan buenos hábitos, se sientan bien y quieran seguir en el deporte; también lo es con cualquier persona que necesite fortalecer su interés y su autoconfianza para afrontar nuevos retos o superar malos momentos. Pero a nadie le amarga un dulce y muchos lo extrañan, por lo que elogiar para reforzar es, en general, muy recomendable. Es un error pensar que por el hecho de tratarse de deportistas profesionales o empleados adultos muy cualificados, no necesitan del halago. Todos lo necesitamos; y lo apreciamos, sobre todo, cuando consideramos que está conectado a algo que hemos hecho bien y está en nuestras manos repetir de nuevo.

Cuando el halago es indiscriminado: es decir, no existe una conexión clara entre él y una acción concreta, o reconoce lo que se consigue y no lo que se hace, como suele suceder cuando proviene de fuentes ajenas al entrenador, también provoca una emoción positiva, ya que el reconocimiento de los demás es una de nuestras principales fuentes de gratificación y nos encanta que nos halaguen. Pero no tiene el valor de reforzador y sus efectos son más difíciles de controlar. No es grave si se produce esporádicamente, pero cuando se repite mucho puede desviar la atención de las acciones para triunfar, para centrarla en la autocontemplación, ¡qué buenos somos, coño!, propiciando que las personas bajen la guardia y su rendimiento se resienta. Entonces, el entrenador/directivo, como ha hecho Luís García, no tiene más remedio que actuar para, si es posible, prevenir antes que curar: destacando lo que se hace mal,  anticipando posibles consecuencias negativas, tomando medidas que propicien salir de ese exceso de relajación y, por supuesto, administrando el elogio como refuerzo de las acciones que supongan, precisamente, un cambio favorable. Entre otros grandes entrenadores, Del Bosque es un buen ejemplo de cómo administrar el elogio en beneficio del rendimiento individual y del equipo.

No es cierto, por tanto, que en general, el halago debilite. Lo es cuando se aplica de forma indiscriminada, respecto a lo que se consigue, no lo que se hace, y se abusa de él; sobre todo cuando las personas están expuestas a una gran exigencia y así tienen la oportunidad perfecta para relajarse un poco (algo bastante frecuente en el deporte, pero también en otros ámbitos). En las circunstancias del Getafe, su entrenador parece acertar cuando dice que el halago les debilita y procura paliar este mal. Pero el halago como refuerzo es una herramienta que entrenadores y directivos deben aplicar con generosidad. Habitualmente, se hace menos de lo que convendría. Se asume que no es necesario, y el entrenador/directivo se centra más en las cosas que se hacen mal. Grave error. Incrementar la tasa de elogio como refuerzo sirve para optimizar el rendimiento, mejorar el clima laboral y estrechar la relación del que lidera con sus liderados. Objetivos importantes para quienes tienen la responsabilidad de dirigir personas.

Chema Buceta
9-12-2012
twitter: @chemabuceta

4 comentarios:

  1. que bueno el video al principio al no verte de papa Noel había pensado que ya te daba corte, pero lejos de eso me has vuelto a sorprender, joder que grande eres. http://www.uned.es/masterenpsicologiadel/general/chemafelicita2013/feliz2013.htm

    un abrazo francisco Beltrán

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  2. Muchas gracias, amigo. Un fuerte abrazo y feliz navidad!

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  3. Diversos estudios han encontrado que los estudiantes que dicen tener maestros interesados y alentadores, están más motivados para participar en el trabajo académico que los alumnos con maestros desinteresados y que no brindan apoyo.

    La motivación de los estudiantes se optimiza cuando los maestros les ponen tareas desafiantes, en un ambiente orientado hacia el dominio que incluye un buen apoyo emocional y cognoscitivo, materiales interesantes y con significado para aprender y dominar, y el apoyo suficiente para la autonomía y la iniciativa. Además, las escuelas que tienen altas expectativas y estándares académicos, y que ofrecen apoyo académico y emocional a los estudiantes, suelen tener niños motivados hacia el logro.
    ¿Vale esto para los grupos humanos en contextos de trabajo?
    Mejor ser reforzador que corrector.
    Mercé

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  4. Lo que señalas es perfectamente aplicable a cualquier contexto. Una aportación muy interesante. Muchas gracias.

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