martes, 17 de julio de 2012

MALAS PRÁCTICAS: MALA IMAGEN PARA TODOS

  En la última tertulia del programa “Al Límite” de radio Marca que con tan buen tino dirige el prestigioso periodista Fernando Soria, en la que desde hace tres meses tengo el honor de participar (domingos de 8 a 9 de la mañana; ideal para madrugadores y trasnochadores), se abordó la noticia de un médico y un entrenador españoles, Luis García del Moral y Pepe Martí, que han sido suspendidos a perpetuidad por la Agencia Antidopaje de los Estados Unidos (USADA) por participar en el dopaje del equipo US Postal. Por supuesto, estoy a favor de las medidas más contundentes contra quien transgrede la ley y se beneficia, y mucho, de practicas prohibidas que ponen en peligro la salud de los deportistas y dan una ventaja ilegal a los consumidores frente a los que siguen las reglas. No es necesario insistir sobre algo tan obvio para cualquier persona que respete los valores que deben regir el deporte, como somos la gran mayoría de los que lo practicamos o desempeñamos alguna función relacionada. Pero además del hecho en sí, lo que me disgusta es que no haya sido una institución española la que haya tomado medidas sancionadoras. Hablamos de “tolerancia O” y, sin embargo, son otros quienes detectan, denuncian y sancionan las irregularidades que cometemos. Y tanto el delito como la falta de reacción ante el mismo, que por desgracia se repiten más de los que queremos recordar, contribuyen a la mala imagen que tenemos en el exterior respecto a este asunto del dopaje. Las calumnias, el cuestionamiento de los éxitos, las dudas, las ironías y las bromas de mal gusto que con cierta frecuencia aguantan injustamente deportistas, entrenadores, médicos y dirigentes españoles honestos (la gran mayoría lo son) y el deporte español en general, tienen su origen en esta mala fama que hemos engordado con comportamientos como éstos y reacciones institucionales ausentes, muy tibias o desatinadas que han alimentado la idea, bastante extendida fuera de España, de que se intentan tapar los trapos sucios protegiendo a los que son culpables, aunque a veces se busquen cabezas de turco para demostrar lo contrario. Se puede argumentar, con bastante razón, que no se debe generalizar a partir del mal comportamiento aislado de unos pocos profesionales sin escrúpulos que en ningún caso representan al colectivos del deporte español, y el razonamiento es válido cuando se investiga y analiza la cuestión a fondo o se juzga en los tribunales. Sin embargo, la mente humana no funciona bajo esta premisa cuando para almacenar en la memoria hechos que le llaman la atención, utiliza “etiquetas” y “archivos” generales. Así, la mayoría de los que hayan conocido esta noticia, no recordarán u olvidarán muy pronto los nombres de esos supuestos infractores, pero para muchos habrá quedado registrado que un médico y un entrenador españoles han sido sancionados por sus malas prácticas con el dopaje; y eso se almacenará en el mismo “archivo” de otros registros similares en el pasado que al “abrir” dicho archivo volverán a activarse, alimentándose la generalización (los médicos y entrenadores españoles dopan a los deportistas; los deportistas españoles se dopan; en España hay mucho dopaje…) y fortaleciéndose la predisposición a interpretar en esa misma dirección cualquier noticia, duda o rumor futuros que se relacionen. En realidad, por mucho que queramos “ir por libre”, siempre pertenecemos a un determinado grupo de referencia con el que se nos identifica; y nuestro comportamiento individual no sólo se valora individualmente, sino que está expuesto a una valoración generalizada que se extiende al colectivo del que, queramos o no, formamos parte. Por ejemplo, puede ser el caso que estos desafortunados protagonistas sólo se preocupen de sí mismos y no asuman el impacto de su deplorable conducta en la imagen de los colectivos de referencia a los que pertenecen (los médicos y los entrenadores deportivos, los profesionales españoles, el deporte español, el deporte en general…); es más, es muy posible que les traiga sin cuidado todo esto; pero quieran o no, el impacto existe, y es una gran falta de respeto y responsabilidad hacia los demás y de ética profesional actuar sin tenerlo en cuenta. Más allá del dopaje, el asunto es útil para darnos cuenta del impacto de nuestro comportamiento en la imagen del colectivo con el que en base a alguna similitud se nos identifica: nuestra profesión, actividad, familia, equipo, empresa, país… Podemos ser buenos o malos embajadores de ese colectivo, pero en cualquier caso, queramos o no, lo representamos; pues no depende de nosotros, sino de cómo nos perciben otros. Y el impacto de nuestras acciones suele trascender más cuando éstas son incorrectas; aunque también, y esta es la buena noticia, tienen influencia las de signo contrario. Que nuestras acciones dejen huellas positivas que instiguen etiquetas y generalizaciones favorables, supone una contribución formidable de los que respetan a los demás y asumen una responsabilidad generosa que beneficia a todos.   Chema Buceta 18-7-2012

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